Three Buddhas.


Rockabilly.

Y con la bata de hospital me siento en un lago, de pie, muy adentro. El agua en mi barbilla y en mi pecho, en los hombros y en los dedos. 
Pasan los días y el sol enardece mis ojos; impregna las impurezas con el vapor y me siento ahí, bajo de temperatura, estando, flotando. 
Hay muebles blancos de madera, deshechos, flotando. Hay señoras ciegas que miran en balsas el horizonte y el agua cristalina resplandecer con los hilos de luz de un sol que no logro diferenciar, pues hay neblina, hay calor. 
Estoy de noche, está de noche. El lago de noche se llena de lobos en balsas. Lobos en dos patas, con bolsas de papel en la cabeza que recitan canciones de Walk the Line y cuando chocan conmigo se burlan y siguen su rumbo. Llega el claro y regresan las ancianas y yo sigo ahí. 
Un pez me golpea la pierna y decido salir. Dejarme flotar, dejarme ir.
Termina de gotear el suero, regreso húmedo a la cama y resignado, comento mi sueño, mi frío y cambian la bolsa de suero para que el goteo comience de nuevo. 

Y estoy yo, en el lago, esperando, a ser una anciana que recoge restos o a ser un lobo rockabilly como el resto o ser una estaca en un lago, con frío, humedecido. 
O ser un pez, que por su juego entre las piernas, motiva a salirse y buscar otro suero.

Reloj de Arena.

Y en Borges, con el párpado caído, te miro en el paso del tiempo con el recuerdo siempre eterno pero me hundo en las arenas pensando que con el mismo tiempo yo seré más ligero y las arenas se hundirán en mi.

El tiempo, ya que al tiempo y al destino
Se parecen los dos: la imponderable
Sombra diurna y el curso irrevocable
Del agua que prosigue su camino.

Está bien, pero el tiempo en los desiertos
Otra substancia halló, suave y pesada,
Que parece haber sido imaginada
Para medir el tiempo de los muertos...

Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.

La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma...

No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo
Sentir el tiempo cósmico: la historia
Que encierra en sus espejos la memoria
O que ha disuelto el mágico Leteo...

Todo lo arrastra y pierde este incansable
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es materia deleznable.


 
El Hacedor, 1960.

Letras a la Habitación de A Lado.

Y en Vera, en femenino, en la estancia fría del verano lluvioso y del fantasma que convive conmigo mientras bebo té frio. 

Estamos separándonos para siempre.
La alegría de oír tu voz
Vale más que la amargura de las palabras.


 *
 
Ya sé
que la muerte no existe
todavía no sé
cómo
decirlo
a los muertos.

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