Comfort Zone.
Psicologies.
Hoy fuí a la que se supone que será mi terapia constitucional. Llevé muchos libros, muchos más de los que posiblemente cupiesen en mi mochila. Obviamente no iba a leer ninguno, ni la mitad de la mitad de la mitad de lo que llevo. Pero necesitaba ir bien armado de libros. Como un escudo, como una defensa, como esos ancianos que acumulan latas y latas de comida por si viene otro terremoto, otra guerra, o esas señoras que juntan todos los tickets por si alguna de las prendas que compró resultaran malas y es urgente cambiarlas, o como mi padre que junta todos los tickets, sean suyos o no, para verificar costos.. Yo llevo todos los libros para protegerme de las bombas, del silencio incómodo, del taxista con charla pesada, del recuerdo y de la memoria. Yo llevo libros para inmunizarme, no de la Gripe A, sino contra la Gripe I, el virus de los incómodos. La invasión de los momentos incómodos.
Al final, supe que por ese tipo de pensamientos, estoy sentado en un sofacito de los 90, charlando con un Juan Carlos (otro Juan Carlos que decidió escucharme) y que me relajó por mencionar unas palabras claves y poner en marcha la lógica que queda en mi atarantado cerebro.
Menciona que ya no debo limitarme por las aparentes limitaciones y no debo atorarme por las aparentes pérdidas que conlleva el fin de una relación. Como lo es la zona de comfort. Que sí, de plano el buscarte no está en el top ten de las decisiones más brillantes que yo tomé pero al menos, entre todos los libros, está el de Günter Grass y ése, pedazo de zoquete, ése es uno de mis libros que premonizan ser favoritos por el simple hecho de que tú me lo regalaste. Siempre cargaré contigo, con todas tus manías, con todas tus paranoias, por que de cierta forma, me formaste y me servirás para protegerme y para inmunizarme.
Si había algo que me llenaba de pesar, era pensar que todas mis parejas, cuando terminaban la relación conmigo, en 25 segundos se conseguirían coger con alguien más. Me gustaría saber si de alguna manera, eso calma los ímpetus. Les es como toser, para sacar la flema. ¿No es un absurdo?
Desplome.
Hay nueva entrada en el HUMANIMAL, señoras. Ahí escribo de peor manera y trato de ser un cuentista, aunque la tal Karen quién sabe qué, prefiera trabajar con los fritos que con los que apenas hacen sus pininos. ¡Que te den!
Esfera.
Saliendo
del consultorio noté que el sol se agachaba para tomar un poco de agua
del asfalto y noté también que las aves caminaban a la par de los
humanos al centro de la Avenida. Noté que en los ojos de las personas
había curiosidad y a la par de ello noté que ninguno emitía sonidos,
sólo movían brazos y piernas. Las aves emprendieron vuelo como cuando
una motoneta arranca y les alarma la estadía en
el suelo y comenzó el sismo. Del concreto salió un aleta y del cemento
de la banqueta el otro extremo. Ballenas rojas emergieron rompiendo
tuberías y tirando a bruces a los espectadores mientras los autos caían
boca abajo por el movimiento. Noté a la gente enamorada del pánico y
noté que yo, sentado en el sofá café estaba frente al psiquiatra que con
sus manos me dibujaba una esfera y me dirigía con los lentes de sus
anteojos mi cráneo y yo, yo seguía en el consultorio mirando una pecera
con una carpa dentro.
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