What Are We Waiting For?
Llegar tarde.
El arribo a mi trabajo siempre se ha hecho un martirio y jamás he podido controlar de manera concreta una hora adecuada para lucir puntual. La mayoría del tiempo sucede algo impreciso que deroga mi voluntad de llegar “a tiempo”.
Esta vez fue el dedicar mucho tiempo a estar pensando en el artista y en mi guardarropa a lo Ms. Troublesome. Me recordó a estas mujeres que deciden no salir incluso si su vida sentimental, laboral o definitiva depende de ello a la hora del conflicto entre el color de las botas y de los zarcillos.
Total y en absoluta crisis, decidí usar tu chaqueta de piel. Incluso si te encontraba en la calle por una grandiosa (y muy esperada y deseada) oportunidad de encontrarte aunque en tu rostro se dibujara un desagrado, utilicé todo mi mejor atuendo monocromático negro blanco para resaltarla y hacerla lucir y salí a la calle.
Llegué hora y media tarde. Mis compañeros laborales no me soportaron y el único que me dirigió con amabilidad, como siempre, con esa actitud bonachona y apapachadora fue João. Nada recomfortante. El regaño llegó a la hora del cierre y eso me hizo sentir un papanatas inclusive en el trabajo que ahora me incomoda por estar a qince minutos de tu casa. Supongo que llegué tarde también en la ocasión de la paciencia y la calma y me tocó acertadamente una versión de ti llena de berrinche.
Ensaladas.
A pesar de que con Víctor mi alimentación fue pésima e incrementé mi consumo de harinas y dando cabida a la teoría de Mónica de que más que enamorarme me volví a enfermar (condición que desde su clínico punto de vista me es placentera para sentirme protegido), y por eso he tenido una racha pedorra en cuestión de salud: me he sentido increíblemente inquieto al no comer verduras. Me siento totalmente una skinny gringa de California que todo debe ser light sunny diet y el látigo del nyung-ne y mirarme al espejo por si mi piel cambia su grasosa lubricación que degsraciadamente siempre he tenido y me siento terriblemente mal si no como sano.
Dormía mal o peor que antes, dejé de asear mi alcoba para no desperdiciar tiempo para salir con prisa e inclusive pagar taxis de 49 minutos de recorrido (omitiendo los ciento y pico pesos de tarifa) diarios para lograr verle en una buena calidad de tiempo y me saltaba comidas. En la tarde, en el trabajo, como toda una rata, me robaba pedacitos de lechugas, de hongos y berenjenas o de fresas y plátanos para comer ensaladas. Creo que más allá de extrañar el crunch acuoso y el rush-rush-rush de mi movimiento quijal como vaca para deglutir vegetales crudos, es el dolor de dejar las rutinas. Ir a correr, bañar a mi perro, prepararme un organic brunch y una ensalada para el camino; mi playlist novedoso que me ayudara a definir mi ya tan olvidado music obligado taste y planchar mis filipinas con almidón. Todo eso en un cálculo casi matemático para digerir a gusto mis mañanas, se veían colapsadas en el stress de correr para dedicar más de tres horas a ver a Víctor que se compensaban con un nopal capeado, una torta, una quesadilla o tacos de lomo de cochino.
Aunque comiera de la chingada, ya no tuviese la nalga firme como piel de pepino y tampoco me rasurara correctamente, lo que más me gustaba era que me chuleaba los brazos aunque no hiciera ejercicio, pero todo eso desaparecía cuando mi estómago activaba al bovino interior y me reclamara flemáticamente que no había consumido ensaladas.
Seré Sheryl Crow a los 40. Si es que llego.
El segundo taxi del sábado.
El plan era ver a Mónica, echarnos una increíble chismorreada y si de plano nos acompañaban la Cabrolina, la Huga, Perrito o alguien del clan que quisiera pasar una noche de dolidos, nos combinaba a todo dar. Huga siempre me mandó a buzón que hasta me orilló a recordar el acoso increíble de marcar 54 veces, según el conteo del iPhone, a quien le guardo luto y me mandaba a buzón. Sentí karma bitching y lo dejé por la paz, aunque su debida mentada de madre fue concatenable.
La dirección: Aluminio esquina con Cananea. El taxista nervioso iba toreando trolebuses, autos ebrios y patrullas relucientes pero chocantes. “¿Qué va a hacer allá, joven? Por ahí anda muy solo”, la clásica pregunta de taxista para romper el hielo o la tensión. La respuesta más que cortés, fue sincera: me voy a desmadrar.
El chingue estuvo bueno. Iniciamos con un hot dog de diez varos, una tostada de pata de doce, un six de Barrilitos, unos Rancheritos con salsa valentina y limón y un desmadre ameno con el del Modelorama que usaba unos pantalones tan entallados que su entrepierna parecía cabeza de ajos, if you know what I mean. Nos dimos con todo. Nos dimos con Moby, nos dimos con Margherita al modo Terje; nos dimos hasta con Gloria Trevi, la Maluca y los Yeah's. Todo iba precioso. Nos presumimos ligues y queberes, ella a su coyoacano, al teacher silver fox y a los del pasado que la marcaron muy cabrón, con su debido desahogo y yo a mi recién truene y a mi irrealistico amor platónico que por cosita de nada casi me animaba a decirle que pues la vida es corta y el hambre es negra y chance si me aventaba a decirle al MF que va, que echaba toda la carne al asador, pero esa es otra historia.
Nos dimos los consejos, nos dimos el apapacho y me dió el reality fucked up hit: la chaqueta mental es que pensaba que todo estaba bien. Que gastar en taxis, que gastar en tiempos, que gastar mi salud y gastar mi realidad para evadir la incomodidad de los focos rojos que me alertaban que ya nada iba bien, estaba chido, por que así yo compensaba que, aunque inconscientemente sabía que todo iba mal, su paranoia, su increíble desfachatéz para no considerar los planes o las querencias ajenas, el cosificarme y el mantenerme seguro, me chaqueteé la mente para conformarme.
Nos dieron las dos. Nos pusimos guapos, nos pusimos alcoholes, nos dimos la Barrilito caminera y nos aventamos por el taxi. Llegamos al Centro.
El taxista olía a Fabuloso y Moni y yo ya estabamos listos para desmadrarnos. La cosa se puso seria.
Azúcar Amargo.
Era la chamarra, era su chaleco y eran nuestras Barrilitos. Nos topamos al Callejón, buscando la party pero todo nos alentaba para irnos de variety chicks y adentrarnos a los rainbow dishes. Nos paseamos, terminamos la Barril, nos fuimos hablando incoherencias como bien merecíamos y nos enamoramos de la nohe y su soledad en cada esquina: la Ciudad de noche es precisa.
Cuba fue. Las Pecosas nos llamó la atención y tuvimos que ir a donde la Anima Sola hace su escena para primero pasar al baño. La marabunta y el calor corporal me recordó al metro en cualquier fecha pero al menos aquí, había sonrisas, había miradas y el contacto físico no era para querer avanzar, sino para un fin comunicativo. Me encontré al cada vez más estable y risueño Alemán. Delgado, contento y con lana pa'l chupe. Nos abrazamos y la realidad me supo distinta: el haberme apartado de ellos congeló completamente su afinidad a mi persona y la sonrisa de sorpresa y de gusto al verme fue como aquella de hace dos años. En verdad les caía muy bien. Yendo al baño, la Moni en el de mujeres, tardó lustros y yo con el nuevo pantalón de botones me tuve que sacar la verga con medio huevo para poder mingir.Cuidadoso volteé a los espejos pero no noté miradas sobre de mí. Noté a dos extraños reencontrarse y reconocerse como ex compañeros de algún coloquio. Lo mismo: se congeló su reacción a la de hace tanto tiempo y el gusto era sincero.
Saliendo del baño era un yo con ojeras pero me reflejaba feliz. Ahí me di cuenta de que no era yo o viceversa quien privó la libertad de salir a divertirse, sino era la auto represión de sabernos felices lejos de nosotros y convivir con los que también nos otorgaban vida. Con un gancho en la cabeza, una toalla cubriendo el dorso y un muy mal maquillaje, se me acercó sin prestarme mucha atención Raúl. Nos dió gusto sabernos. Me dió gusto saber de todos aquellos que ya no contemplaba en una realidad y que en ese nicho tuve el placer de saber de sus vidas. De vida de los otros que conocíamos por convivencia y saberlos contentos, con nuevas metas y con nuevas formas de vivir.
Salió Mónica, nos presumimos pareja y nos fuimos a donde el aire y la chela nos permitiera. Todos bailaban, todos sonreían, muchos nos miraban y sólo algunas personas capturaban nuestras miradas. Noté tantos de los ligues que me presumía en fotos o por nombres cuando le preguntaba de experiencias raras, como al gringo Anthony que no dejaba de mirarme y echarme en cara la duda de si continuaba la vida de nosotros. Aquél barbón que Mónica chuleó hasta el ahorco y miraba a ella, quien bailaba conmigo, que se divertía conmigo y que reía con mis estupideces inocentes que sólo pretendían dejarme fluir. Había twerkers, había un bulked stud que no dejó de desnudarme con la vista y había un tipo triste que su mirada y la mía hicieron click al unísono cuando la música de modernas cambió al ponernos a Margarita y nos sonreímos haciendo parecer de que hicimos flush de nuestros pensamientos y nos dejamos llevar.
Recargué vida y presté energía al buscar un after que jamás llegó. Noté que dejarme fluir era lo necesario y lo que mejor podía hacer por ahora.
If I can't master my thoughts, am in trouble.
Primer taxi del domingo.
Anécdota suscitada por la pregunta de los cursos de capacitación que un taxista de la Ciudad, debe tomar.
“Imagine usted, joven, que se sube esta señora, no más de cuarenta, muy bien arreglada, peinadita, perfumada. Guapa, chingá, muy guapa. Se sube y a unos metros del semáforo, donde había una patrulla estacionada, se desabotona el abrigo, me muestra tetas, panocha, todo. ¡Todo, joven! Y me dice la culera, que si no le daba todo lo que traía, le diría a los polis que yo la estaba manoseando y me metía al bote por acoso sexual. ¿Cómo ve? Por eso, hay que parar a una patrulla y marcar a unos peritos forenses para que cuando suceda eso, no sé si le pase a usted, pero al menos ya sabe, le saquen las huellas de su cuerpo y noten que yo nomás no le toqué nada.”
En esta vida hay ojetes y hay cabrones.
Los hay como yo, que seguramente mucha gente le emociona coleccionar, buenos que pecan de pendejos. Los hay como tú, a quienes me gusta coleccionar, que son una madeja de problemas y son malos, tan malos que son cabrones.
En esta vida, si no te pegan, si no te asaltan, digo, si no te matan, no te sabe.
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