Satan Is My Motor.


Sheep Go To Heaven.

Libertad. Doce horas completas de estar en libertad propia, en una habitación propia y en una mente propia. Fluye en mi una tranquilidad bien buena; es una buena droga eso de convencerte de que los pesares son sólo una pasajera nube negra en cuestión personal, ya que las lluvias están tan pedorras que tengo que estar huyendo por que en esta casa, abundan las goteras y la lluvia fría me hace perder la serenidad, así como el tener que recrear mi playlist, que gracias a ti, Vic, tengo un disco duro que estpa transportando mis sensaciones más intensas como el Vespertine o el Prolonging the Magic que está ambientando este post. By the way: la música es para mí lo que para cualquier persona es, pero al menos en este estado de quietud, puedo decir que las canciones tienen un significado superior.

Telephono.

Una llamada y los días grises y las cosas perdidas y el temor a no rconocer tu voz, el perdón jamás entregado y el pedacito de España, están seguros ahora con el simple hecho de escucharte.

También fue triste enterarme de la muerte de Omar pero es un contraste, como cuando las cosas necesarias ocurren en una posibilidad remota. Como diría este hombre que al lanzar una rana a una sartén con aceite hirviendo: la rana por instinto saltará lejos, dejando medio cuerpo pegado al sartén, pero salvando su vida.

Lamento decirles que la vida es un T-fal grandote hirviendo 30 años de aceite de Canola hasta que dejamos medio pellejo en ello, media vida.

Si no fuera por el iPhone, jamás me hubiera creado el hábito del ajedrez y jamás me hubiese enterado del bloqueo, del ocio y de las canciones sin nombre que pasaban en mi entorno cotidiano. Es un amor - odio. El día en que mi iPhone aprenda a comunicarse conmigo cuando esté de malas con la tecnología o me enseñe a no perder las llaves y que no dudo que ya existan aplicaciones para eso, pero, el día en que esa lata me enseñe a lograr eso, seré agradecido con Apple. Mientras, ¿Steve Jobs qué? Por ende, reconozco que en eso de las tecnologías, prefiero aprender lo más viejo, por cuestión del Diablo ya conocido.

Lo necesario.

¿Qué sería lo necesario para mí en cuestión de una pareja?

Admito que disfruté coger la mayoría del tiempo y reconocer muchas sensaciones que antes me parecían muy remotas, entons, sexo, ok. Sexo cada tercer día, más ok.
Una sandwichera para hacerme sándwiches de brócoli con queso; una colección de películas de terror. También servilletas y sobre todas las cosas: que sea libre de ser como bien quiera ser. Sin pretensiones, sin perversiones escondidas por el bien común. Creo que aprendí a enamorarme del entero y no sólo del físico. Más bien, ¿cuándo chingados me he entretenido con el físico?

Me falta mucho por vivir.

Lunatic.


Loco.

“Por lo que nos dicen los antropólogos- Marcel Mauss, Claude Levi-Strauss- nada diferencia al loco del profeta, del brujo del político carismático, nada salvo el desfase excesivamente grande entre su delirio y el grupo que le rodea. Ambos, el loco y el profeta inventan su propio lenguaje: innovan, violan la gramática, la lengua, las palabras (Catherine Clement Vida y leyendas de Jaques Lacan) ”

Los psicoanalistas, al contrario que los psiquiatras, llevan mucho tiempo diciendo que el loco no esta “cortado por lo real”; sino, al contrario, invadido por un exceso de realidad, demasiado estimulado, demasiado acogedor, poroso al mundo: Un crustaceo sin caparazón, un pájaro sin plumas, un guerrero sin armadura.No es cosa de risa” (Catherine Clement Vida y leyendas de Jaques Lacan)

Lo dificil de entender es que la gente no tiene encanto sino gracias a su locura. Es el verdadero encanto de la gente; es el lado en el que pierden un poco los estribos, es el lado en el que ya no saben bien donde están… si no captas la pequeña raíz o el pequeño grano de la locura de alguien, no puedes amarle (Gilles Deleuze El abecedario de Gilles Deleuze)

Caso cerrado.

Los arribos del estribo.

Es la espera y es la noción de que en el desapego se encuentra un Nirvana, un Estado. Simbólico, equilibrante y sincero. Es un extrañar las blowjobs, el sexo, bueno o malo. Es extrañar roncar, es extrañar el desorden y es extrañar el desvelo.
Entonces la cordura envuelve, se desmantelan los juicios y se revela la factibilidad de que no todo está perdido.
En mi caso, comienzo con el sentimiento de pérdida, pero con la responsabilidad de convivir con ello sin quebrarme, sin sentirme insulso al impulso; cosa de todos. Como diría Barthes:

Hay dos afirmaciones del amor. En primer lugar, cuando el enamorado encuentra al otro, hay afirmación inmediata (psicológicamente: deslumbramiento, entusiasmo, exaltación, proyección loca de un futuro pleno: soy devorado por el deseo, por el impulso de ser feliz): digo sí a todo (cegándome). Sigue un largo túnel: mi primer sí está carcomido de dudas, el valor amoroso es incesantemente amenazado de depreciación: es el momento de la pasión triste, la ascensión del resentimiento y de la oblación. De este túnel, sin embargo, puedo salir; puedo "superar", sin liquidar; lo que afirmé una primera vez puedo afirmarlo de nuevo sin repetirlo, puesto que entonces lo que yo afirmo es la afirmación, no su contingencia: afirmo el primer encuentro en su diferencia, quiero su regreso, no su repetición. Digo al otro (viejo o nuevo): Recomencemos.”

El pésame de un soltero enviciado es muy barato, el pésame de un soltero arrepentido, es el valioso, el que dará el mejor de los sentimientos transferidos en un consejo. El que dirá: “relájate, güey, no todo está en la mierda. Hay chance de que hasta ella te llame.” Hay cosas que se estipulan en un tablero de ajedrez y entiendes que no siempre es malo perder a la reina, que todas las piezas valen y la marcha del peón constituye una perseverancia que al final, la recompensa depositada en cada una de las ocho piezas de cabecilla redonda infunde confianza.

Iluso.

Despierto y escucho el mar. Lo malo a esto es que en el sueño despierto y miro una gotera en mi habitación, una pared destruida y un encharcamiento en el suelo. La espalda que está recargada y depositada en mi sueño es la tuya. Sólo usas playera, sin pantalones. Me levanto dela cama y  al querer dirigirme a ti, gritas “¡Cuidado, Álvaro!” y siento un jalón de mis prendas que me frena el tocar el agua. Hay cables engarzados entre ellos y tú estás en el agua, sin miedo.

Despierto de ese sueño y contemplo mi celular y pregunto si es una señal para mandarte señales de mi vida para saber de la tuya.

Comfort Zone.


Psicologies.

Hoy fuí a la que se supone que será mi terapia constitucional. Llevé muchos libros, muchos más de los que posiblemente cupiesen en mi mochila. Obviamente no iba a leer ninguno, ni la mitad de la mitad de la mitad de lo que llevo. Pero necesitaba ir bien armado de libros. Como un escudo, como una defensa, como esos ancianos que acumulan latas y latas de comida por si viene otro terremoto, otra guerra, o esas señoras que juntan todos los tickets por si alguna de las prendas que compró resultaran malas y es urgente cambiarlas, o como mi padre que junta todos los tickets, sean suyos o no, para verificar costos.. Yo llevo todos los libros para protegerme de las bombas, del silencio incómodo, del taxista con charla pesada, del recuerdo y de la memoria. Yo llevo libros para inmunizarme, no de la Gripe A, sino contra la Gripe I, el virus de los incómodos. La invasión de los momentos incómodos.

Al final, supe que por ese tipo de pensamientos, estoy sentado en un sofacito de los 90, charlando con un Juan Carlos (otro Juan Carlos que decidió escucharme) y que me relajó por mencionar unas palabras claves y poner en marcha la lógica que queda en mi atarantado cerebro.

Menciona que ya no debo limitarme por las aparentes limitaciones y no debo atorarme por las aparentes pérdidas que conlleva el fin de una relación. Como lo es la zona de comfort. Que sí, de plano el buscarte no está en el top ten de las decisiones más brillantes que yo tomé pero al menos, entre todos los libros, está el de Günter Grass y ése, pedazo de zoquete, ése es uno de mis libros que premonizan ser favoritos por el simple hecho de que tú me lo regalaste. Siempre cargaré contigo, con todas tus manías, con todas tus paranoias, por que de cierta forma, me formaste y me servirás para protegerme y para inmunizarme.

Si había algo que me llenaba de pesar, era pensar que todas mis parejas, cuando terminaban la relación conmigo, en 25 segundos se conseguirían coger con alguien más. Me gustaría saber si de alguna manera, eso calma los ímpetus. Les es como toser, para sacar la flema. ¿No es un absurdo?

Desplome.

Hay nueva entrada en el HUMANIMAL, señoras. Ahí escribo de peor manera y trato de ser un cuentista, aunque la tal Karen quién sabe qué, prefiera trabajar con los fritos que con los que apenas hacen sus pininos. ¡Que te den!



Esfera.

Saliendo del consultorio noté que el sol se agachaba para tomar un poco de agua del asfalto y noté también que las aves caminaban a la par de los humanos al centro de la Avenida. Noté que en los ojos de las personas había curiosidad y a la par de ello noté que ninguno emitía sonidos, sólo movían brazos y piernas. Las aves emprendieron vuelo como cuando una motoneta arranca y les alarma la estadía en el suelo y comenzó el sismo. Del concreto salió un aleta y del cemento de la banqueta el otro extremo. Ballenas rojas emergieron rompiendo tuberías y tirando a bruces a los espectadores mientras los autos caían boca abajo por el movimiento. Noté a la gente enamorada del pánico y noté que yo, sentado en el sofá café estaba frente al psiquiatra que con sus manos me dibujaba una esfera y me dirigía con los lentes de sus anteojos mi cráneo y yo, yo seguía en el consultorio mirando una pecera con una carpa dentro.

Three Buddhas.


Rockabilly.

Y con la bata de hospital me siento en un lago, de pie, muy adentro. El agua en mi barbilla y en mi pecho, en los hombros y en los dedos. 
Pasan los días y el sol enardece mis ojos; impregna las impurezas con el vapor y me siento ahí, bajo de temperatura, estando, flotando. 
Hay muebles blancos de madera, deshechos, flotando. Hay señoras ciegas que miran en balsas el horizonte y el agua cristalina resplandecer con los hilos de luz de un sol que no logro diferenciar, pues hay neblina, hay calor. 
Estoy de noche, está de noche. El lago de noche se llena de lobos en balsas. Lobos en dos patas, con bolsas de papel en la cabeza que recitan canciones de Walk the Line y cuando chocan conmigo se burlan y siguen su rumbo. Llega el claro y regresan las ancianas y yo sigo ahí. 
Un pez me golpea la pierna y decido salir. Dejarme flotar, dejarme ir.
Termina de gotear el suero, regreso húmedo a la cama y resignado, comento mi sueño, mi frío y cambian la bolsa de suero para que el goteo comience de nuevo. 

Y estoy yo, en el lago, esperando, a ser una anciana que recoge restos o a ser un lobo rockabilly como el resto o ser una estaca en un lago, con frío, humedecido. 
O ser un pez, que por su juego entre las piernas, motiva a salirse y buscar otro suero.

Reloj de Arena.

Y en Borges, con el párpado caído, te miro en el paso del tiempo con el recuerdo siempre eterno pero me hundo en las arenas pensando que con el mismo tiempo yo seré más ligero y las arenas se hundirán en mi.

El tiempo, ya que al tiempo y al destino
Se parecen los dos: la imponderable
Sombra diurna y el curso irrevocable
Del agua que prosigue su camino.

Está bien, pero el tiempo en los desiertos
Otra substancia halló, suave y pesada,
Que parece haber sido imaginada
Para medir el tiempo de los muertos...

Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.

La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma...

No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo
Sentir el tiempo cósmico: la historia
Que encierra en sus espejos la memoria
O que ha disuelto el mágico Leteo...

Todo lo arrastra y pierde este incansable
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es materia deleznable.


 
El Hacedor, 1960.

Letras a la Habitación de A Lado.

Y en Vera, en femenino, en la estancia fría del verano lluvioso y del fantasma que convive conmigo mientras bebo té frio. 

Estamos separándonos para siempre.
La alegría de oír tu voz
Vale más que la amargura de las palabras.


 *
 
Ya sé
que la muerte no existe
todavía no sé
cómo
decirlo
a los muertos.

Untitled.

Indeed.

Increíblemente, te extraño tanto. Y el único pensamiento que resiste, es la duda de saber, si es que estás comiendo bien.

Match.

Success of creating a online chess match, failure to know if you can only respond to that.

Talks.

Mañana inicio Vajrasattva y psicoterapia.
Pero cumplo una semana sin ti. Espero que dure, para que entienda que no será la única, ni la última y que después comprenda que empiezo sin ti.

Landing.


A Chance Of.

You gotta learn to be thankful,
For the things that you have.
Now bathe my idle soul in.
El pesar consiste ante todo en una constatación de hechos. Es una muestra de inteligencia y un motor de transformación. Permite reconocer los errores y desear no repetirlos. Incita a reparar el daño hecho cuando es posible. Si hemos causado pesadumbre a alguien, el recuerdo de ese acto y el pesar qe engendra nos ayuda evitar herir de nuevo a esa persona. Por paradójico que pueda parecer, el pesar es completamente compatible con el optimismo, puesto que va acompañado de un deseo de transformación y ayuda a considerar la situación un punto de partida en el camino que permite convertirse.

La culpa es totalmente distinto. Es estéril y constituye una fuente inútil de dolor. Con el pesar, obtenemos un control remoto para cambiar la escena en la cual detenidamente constatamos el error; en la culpa, pagamos una entrada al cine y vemos durante más de una hora un filme sin oportunidad de mirarla detenidamente, sino que nos dejamos envolver por las emociones del estruendo y la oscuridad.

Parafraseando lo que Ricard menciona acerca de las chances de terminar un ciclo con el pesar y la culpa, entiendo qué hago en esta cama. No es que sea mi destino o que esté cumpliendo una karma desvirtuosa, sino que es el punto de reflexión. Como quien atropella un perro y decide irse a la fuga y al llegar a casa nota que la placa tiene un dobléz; repara en observarlo y se da cuenta que fue el impacto del can y cada que baja del auto y trata de mover la nueva figura de la placa, recuerda al perro. Todo tiene un escalón para generar un buen o un mal movimiento. Todo tiene un histrión para acomplejarnos o realmente querer dedicarnos a la simpleza.

En la simpleza, mi chance de cambio fue confiar y dejarme llevar por la situación. No digo que el no-control es lo pertinente, pero si reconozco que dejé que la cosas fluyeran. Recuerdo que mencionaba Alonso que la vida tiene una escala de dolores y en esa escala está la del primer truene, que en cada relación, existen por lo menos tres.
El primer truene es cuando alguien menciona una supuesta confusión. Esa necesidad de recuperar el tiempo que se estaba minando de inversiones para la pareja. Y en ese caso, el sentimiento a quien recibe el truene, se asemejaba al perro que fue atropellado y las vísceras le reventaron y escupió todo por el hocico, con la placa doblada del auto quien le fulminó marcada en las costillas. “El dolor es increíble. Es una muerte prematura, inexplicable e insensata.”

El de nosotros puede que infiera al que titulaba el truene definitivo. Comprendiendo que en el pesar y en la culpa, hay algo que no nos deja estar bien. Que hay mucha vida por delante y que alguno de los dos confiesa que hay muchos más cuerpos que disfrutar, sonrisas que otorgar o soledades que apreciar. Hay uno en esta pareja que quiere y hay otro que definitivamente ama, pero, ¿para qué seguir culminando ese querer o ese amor?  “Es el único truene detrás del cual se esconde un poco de esperanza.” Ese premonitorio sentir de que quizá mañana, en el metrobús te mire, te sonría y quizás me accedas un abrazo y te mencione lo mucho que aún te sigo amando, pero que en esta semana, este mes o quizá este año no se da la oportunidad y que cuando se pueda, tendré el chance de regresarte esa diminuta parte de España que pensé perdida y que sin querer, al buscar unos papeles del Hospital, apareció, ahí, esperando al momento correcto de ser encontrada.

Debo ser franco y decir que agradezco ese momento.

The Line.

Ayer miré un Western y leí a Dillinger. Me sorprendí de lo cómico que puede ser un guión que a simple vista es sobrio y que cumple sólo con la función de existir para que la película sea una obra completa y no esté mocha a situación de sólo ser violencia y escenario.

La línea fue suficiente para también seguir, aunque Ricardo me aconseje que de vez en cuando sólo me ocupe de escuchar, a interiorizarla.


W. E.: Mac, ¿has estado enamorado alguna vez?
Mac: No, he sido barman toda la vida.
A veces me gustaría ser alcohólico de nuevo, encontrarme en un bar con algún individuo que mencione esa frase y pasar el resto de mi noche desahogando la mejor compañía que pueda imaginarme. Sin imposiciones, ni obligados silencios incómodos. De esas charlas en las que el silencio se agradece y que se sigue la línea con frases encantadores y con líneas dignas de un Western, para hacer de la noche una obra completa y no sólo violencia y escenarios.



Debo ser barman.

Memphis.

Seguí con Dillinger y noté que en su melancólico y desatinado escribir recuerda la película de Mistery Train. Cuando está una pareja de orientales en el suelo, con la mirada difusa y uno replica que la vida es fenomenal a la edad de 18 y que no hay nada mejor en la vida que tener 18 y estar en Memphis.

Si tuviese 18, seguramente no estaría en Memphis, desearía haberme tirado en un piso de hotel con mi mejor amigo y regular nuestro ímpetu mencionándonos lo mucho que nos acomoda el seguir con sueños factibles. Seguirnos simples. Está bien querer estar en Memphis, aśi como me hizo babear e idolatrarte cuando me dijiste que habías viajado a Italia y a Barcelona y que viviste tantas cosas. Pero también amaba lo simple. A los 18, lo simple me llenaba y ahora, a mi edad, esa ansiedad de que los años pasen y que las simplezas no se hagan suficientes, se me vuleven más necesarias. Todo tiene un histrión para complicarnos o para dedicarnos realmente a la simpleza. Yo, tirado, con una oriental a mi lado, mencionando que a mis 18 quería enamorarme y decir que no había nada mejor en este mundo que buscar el amor y luchar por él, aunque sea un amor chiquito. Buscar al amor es como buscar una ballena y encontrarlo es como cumplir una meta.

En Metro Morelos, el lunes, escuché en mi reproductor una canción del disco que perdí y te pedí de cumpleaños que puede refutarme todo, pero a la vez, darme toda la razón. “You say a little love is all you need, but love is such a small thing, can't you see?... You just feel what you wanted to feel, what you wanted to be.

Yo quiero amar y ser amado y en esa condición, no hay nada mejor que tener 18 y haber sido amado. No hay nada mejor que tener 25 y haberte conocido y haberte amado y haberme sentido amado. Nada.

Stand.



Códigos.

¿Por qué habría que ser, en alguna manera sórdida, que mi conciencia me apabulle por haberle pintado huevos a alguien? ¿No es peor haber hecho algo más ardid, más vulgar?

Admito que es liberador, justo como Pamela lo explicó esa vez. También respondió de manera inteligente y melancólica lo  que Sergio le reclamó que él jamás le insultaría de dicha manera. Le pudo ser infiel, le pudo ser deshonesto o le pudo dejar plantada miles de veces, pero jamás pintarle huevos.
No supe responderle a Pamela de manera recomfortante en aquel entonces por que yo no creo haber comprendido que se sentía pintar huevos.
Le pinté huevos, lo mandé al carajo y le dije poca cosa. Y todo eso, aunque ahora lo diga con paciencia, me está incomodando.

¿Es posible que un cambio en mi ser sea lo necesario? Decirle gorda a la gente gorda, mentarles odio por no compartir mi punto de vista y desear la muerte a los terceros por simplemente no ayudarme a concretar mis planes, ¿así me sentiría menos mal por haberle pintado huevos a alguien?

Creo que es el sentido de querer y de respetar. A final de cuentas, aunque sabía que no me respetaba en la relación, me han adiestrado de tal manera que no he conocido mujer, amiga, hermana, hombre, amigo o hermano que no resienta un insulto por un extraño, pero un insulto de un conocido, aunque sea una jeta, duele más que un golpe. Me duele mi culpa y en ello, busco perdonarme, y como diría Richard from Texas, “Hey, Groceries. Believe in love again”.

Spenser en los Amoretti dedicaba un código de la gente refinada a la hora de comer: todos un tiempo de charla, todos un tiempo para la sopa y todos un tiempo para beber. Hablar de los tiempos y de la idiosincracia me lleva a pensar que un mayor insulto que logré y que aún así parecía haber sido indultado, fue hacerle llegar tarde a clases a quien estaba siendo religioso con sus tiempos.

A todo eso, espero pronto perdonarme por haber logrado mostrarme iracundo y poco gentil y evitar ponerte jetas o evitar avalanzarme sobre de ti ahogándote en un abrazo.

Pedagogía del Oprimido.

crucificado cual plastijuguetede lucha libre a un cohete en mes
patrio, intento consolarme con risas enlatadas y alguna certeza
exacerbada por el crispo resplandor de la pólvora.
eres mi síndrome de Estocolmo
cuando no tengo brújula;
eres mi “chinga a tu madre”
cuando me siento huérfano
enseña tus colmillos, corazón; que traigo ofrendas para el
incendio pleno de pecho
de mientras, arrojo chistes de pepito al lado cocacola de forever.
ya sabes que a mí, “todo lo que me marea me pasa”.
eres mi síndrome de abstinencia
cuando no tengo mi miedo;
eres mi gran venta nocturna,
en una luna llena;
en el desierto

(y mi mente se desdobla como una constelación de gaviotas de origami en un vasto cielo despejado).

Alzati.

Florentina de Fresa.

Reventemos al modo anterior. La conciencia es la que nos martiriza.
Si así estoy yo de oprimido, no me quiero imaginar que sentiría yo de haberle hecho lo que me ha ocurrido. La conciencia de aquellas películas de los 50 en donde en México hay invasiones de seres increíblemente gigantes  o de matones cagabalas que se encuentran en guerra incesante en toda la película (y de aquellos que ponen a Carmelita Salinas como la madrota). La conciencia que cargan esos que ponen al soldado mexicano como carne de cañón al dispararle un arpón electrificado a un escorpión gigante; obviamente falla y muere y el gringo matón es el héroe que coge rápido y duro con la damisela que sobrevive a la invasión, imágenes obviamente que no se incluyen en el filme, pero por la conciencia que me cargo seguramente sucede. Esa conciencia de las películas de horror donde el de color muere primero o en donde la buenota rubia chiquifalda muere sin mucho esfuerzo.

Esa conciencia de las chicas que atienden los Call Center y que asechan como enamoradas a quien les debe o a quienes no les interesa activar una tarjeta de específico banco. Conciencia de político que sale en foto con dos otros narcos y que, “sin querer”, se leakea en Internet. Conciencia de novio infiel que cuando se le pasan los alcoholes se va a las miradas y los coqueteos y el besillo imprudente con la primer prima chichona que se le cruza o que le acepta la bailada, la que usa pantalón entalladito. Conciencia de nutriólogo del IMSS que come quecas en los puestos de lona amarilla percudida que están afuerita de la Clínica.
Conciencia de morra que va a la fiesta que sus jefes le prohibieron incondicionalmente que asistiera y aún así, le robó 500 pesos de la bolsa de su mamá para dispararle las micheladas a las amigas y que al final, cuando llega bien peda a su casa, siente ese rush en cuestión de que recuerde lo que hizo y piensa que la mamá es distraída y que jamás se dará cuenta.

A veces es muy fácil adivinar el remordimiento, pero hay veces, mínimas, en las cuestiones más sencillas, que se puede romper algo y simplemente dejarlo y actuar como si nada. Como cuando tomas un paquete de Florentinas Gamesa y te das cuenta que mejor quieres unas Avena Quaker por que has tragado como cerdo y tu conciencia te lo recrimina y muy sin querer, apachurras una galleta y la rompes. Volteas a ver la cara de la cajera del OXXO y dejas el paquete lentamente.

Esa conciencia que es fácil ponerla en mute, es la que presiente que posiblemente tengas. Me siento roto, en empaque nuevo y estoy en la sección de productos y como siempre, el que lo rompe, no lo paga. Soy esa galleta florentina y posiblemente era la que tenía más jalea o tenía la galleta más gruesa.


Sick In the Head.


Perro.

Solo
la panza hecha un nudo
de ligas
Y tu cara
en recurrencia incesante
Solo
con la fiebre de más
siempre más
(m+á+s)
Más más más
y algo
más
Solo
el cuerpo llorando
El día
Solo
y la almohada
tramando maquinaciones
Osando
ponerse al brinco
con la casualidad
hijadetodasuputaperramadre
de mente
demente
que tengo...

Alazati

Poste de Avenida Azúcar.

Situación enteógena es mirar a un faro de luz que en velocidad máxima se acerca a tu rostro. La lluvia es poética y la oscuridad que enmarca un óvalo rodeándote, mientras en cuclillas colocas las manos frente a tu rostro tratando de extender tus brazos y evitar que la luz te empape como quien protege un niño de mojarse, pensando que con la fuerza de los brazos detienes a la lámina veloz que se avalanza sobre de tí. Con la misma fuerza con la que le dí un abrazo antes de irme ese día, con la misma fuerza al abrazarle cuando estábamos dormidos y esa misma fuerza de jalarle un brazo para volverle a mí y entregarle un papel que más que un papel era un paso para empezar una vida que ahora en el asfalto me sitúa a perderla.

Siento un dolor molesto en el pecho, parecido al de aferrarse a un objeto con algún extremo sobresaliente y que se recargue en tu carne y te haga sentir dolor. Enterrarse un palito en el pecho y que la opresión incremente la sensación. Pero ganó más el sentimiento de sentirme poste en medio de la Avenida, preciso antes de la vuelta hacia Tasqueña, estaba yo: un poste de carne y hueso.

Me siento Kesey, queriendo mostrarles que escribiendo detengo a una Grand Rover que se abalanza sobre mí y que con letras convenceré a la física para que mi cuerpo resista el embiste y yo sea el que se mantenga intacto. Como si mis letras convencieran a los médicos de que hay un cerebro que no sólo se estudia, sino que siente y que busca que le expliquen qué es lo que vive y por qué es que lo vive. Con las mismas palabras con que intentaba convencerte de que los dos somos humanos y que todos cometemos errores y que ni los míos y ni los tuyos fueron más grandes del uno o del otro. Y con mis letras explicar por qué me siento como pedazo de metal clavado en la vía pública, que se empapa, se deteriora y se mantiene firme sin que nadie le pregunte si quiere estar ahí.

El dolor en el pecho de nuevo y esta vez, la máquina que corría veloz, con su luz demandante me toca los dedos. Oigo mi nombre y despierto. Estoy en una camilla, en un Hospital. Son las 5:46 de la mañana y me encuentro en la Sala de Urgencias. Me explican que, de nuevo ocurrió.

A las 7 am, con la lluvia, el tráfico, la voz de mi madre explicándole a quien sabe quién por teléfono imita a quien susurra para no incomodar con sus palabras a quien cerca está y yo ignoro todo, por que me siento como ese poste, cruzando Viaducto, el que tiene una abolladura y manchas de óxido, pero que hasta a estas horas sigue prendido y nadie le preguntó qué hacía ahí.

Bisquets con mermelada en vasito, café quemado y Portugal.

Ella cruda, él inquieto y yo in mutis.

La mesera seria, dura y almidonada. El lugar no lleno, no vacío, no fuerte, pero no en silencio.

La calle soleada, la calle afuera y yo transitado, adentro, en sombra.

Ella cruda, chilaquiles, café con leche, café quemado, chilaquil gratinado.
Él en su mente, con tomate arenoso rebanado, carne brillosa grasosa y café con leche en vaso.
Yo, con bisquets calientes, mal cortados, bisquets pálidos con mermelada en vasito desechable.

Los tres con un demonio, que desayuna tarde y que hace ruido al comer, que no se sacia y no usa servilletas. Un demonio que se mete en conversaciones ajenas, conversaciones con la pareja, con los amigos, en un chat, en un whatsapp, en unos comentarios para el restaurant, en una conversación con uno mismo.

Sale la cuenta, salen muchos billetes y cambio, sale la almidonada, salimos los tres, salimos a las computadoras, salimos al YouTube, salimos en cámara de Mac; salimos al Zócalo y el demonio se quedó adentro, paseando por Madero, paseando por Isabel La Católica y paseando en Metro.


Ella con botas, él con nuevo trabajo y yo internado.
El demonio pensando y Portugal en 0.

What Are We Waiting For?



Llegar tarde.

El arribo a mi trabajo siempre se ha hecho un martirio y jamás he podido controlar de manera concreta una hora adecuada para lucir puntual. La mayoría del tiempo sucede algo impreciso que deroga mi voluntad de llegar “a tiempo”.

Esta vez fue el dedicar mucho tiempo a estar pensando en el artista y en mi guardarropa a lo Ms. Troublesome. Me recordó a estas mujeres que deciden no salir incluso si su vida sentimental, laboral o definitiva depende de ello a la hora del conflicto entre el color de las botas y de los zarcillos.
Total y en absoluta crisis, decidí usar tu chaqueta de piel. Incluso si te encontraba en la calle por una grandiosa (y muy esperada y deseada) oportunidad de encontrarte aunque en tu rostro se dibujara un desagrado, utilicé todo mi mejor atuendo monocromático negro blanco para resaltarla y hacerla lucir y salí a la calle.

Llegué hora y media tarde. Mis compañeros laborales no me soportaron y el único que me dirigió con amabilidad, como siempre, con esa actitud bonachona y apapachadora fue Jo. Nada recomfortante. El regaño llegó a la hora del cierre y eso me hizo sentir un papanatas inclusive en el trabajo que ahora me incomoda por estar a qince minutos de tu casa. Supongo que llegué tarde también en la ocasión de la paciencia y la calma y me tocó acertadamente una versión de ti llena de berrinche.


Ensaladas.

A pesar de que con Víctor mi alimentación fue pésima e incrementé mi consumo de harinas y dando cabida a la teoría de Mónica de que más que enamorarme me volví a enfermar (condición que desde su clínico punto de vista me es placentera para sentirme protegido), y por eso he tenido una racha pedorra en cuestión de salud: me he sentido increíblemente inquieto al no comer verduras. Me siento totalmente una skinny gringa de California que todo debe ser light sunny diet y el látigo del nyung-ne y mirarme al espejo por si mi piel cambia su grasosa lubricación que degsraciadamente siempre he tenido y me siento terriblemente mal si no como sano.

Dormía mal o peor que antes, dejé de asear mi alcoba para no desperdiciar tiempo para salir con prisa e inclusive pagar taxis de 49 minutos de recorrido (omitiendo los ciento y pico pesos de tarifa) diarios para lograr verle en una buena calidad de tiempo y me saltaba comidas. En la tarde, en el trabajo, como toda una rata, me robaba pedacitos de lechugas, de hongos y berenjenas o de fresas y plátanos para comer ensaladas. Creo que más allá de extrañar el crunch acuoso y el rush-rush-rush de mi movimiento quijal como vaca para deglutir vegetales crudos, es el dolor de dejar las rutinas. Ir a correr, bañar a mi perro, prepararme un organic brunch y una ensalada para el camino; mi playlist novedoso que me ayudara a definir mi ya tan olvidado music obligado taste y planchar mis filipinas con almidón. Todo eso en un cálculo casi matemático para digerir a gusto mis mañanas, se veían colapsadas en el stress de correr para dedicar más de tres horas a ver a Víctor que se compensaban con un nopal capeado, una torta, una quesadilla o tacos de lomo de cochino.

Aunque comiera de la chingada, ya no tuviese la nalga firme como piel de pepino y tampoco me rasurara correctamente, lo que más me gustaba era que me chuleaba los brazos aunque no hiciera ejercicio, pero todo eso desaparecía cuando mi estómago activaba al bovino interior y me reclamara flemáticamente que no había consumido ensaladas.

Seré Sheryl Crow a los 40. Si es que llego.

El segundo taxi del sábado.

El plan era ver a Mónica, echarnos una increíble chismorreada y si de plano nos acompañaban la Cabrolina, la Huga, Perrito o alguien del clan que quisiera pasar una noche de dolidos, nos combinaba a todo dar. Huga siempre me mandó a buzón que hasta me orilló a recordar el acoso increíble de marcar 54 veces, según el conteo del iPhone, a quien le guardo luto y me mandaba a buzón. Sentí karma bitching y lo dejé por la paz, aunque su debida mentada de madre fue concatenable.

La dirección: Aluminio esquina con Cananea. El taxista nervioso iba toreando trolebuses, autos ebrios y patrullas relucientes pero chocantes. “¿Qué va a hacer allá, joven? Por ahí anda muy solo”, la clásica pregunta de taxista para romper el hielo o la tensión. La respuesta más que cortés, fue sincera: me voy a desmadrar.

El chingue estuvo bueno. Iniciamos con un hot dog de diez varos, una tostada de pata de doce, un six de Barrilitos, unos Rancheritos con salsa valentina y limón y un desmadre ameno con el del Modelorama que usaba unos pantalones tan entallados que su entrepierna parecía cabeza de ajos, if you know what I mean. Nos dimos con todo. Nos dimos con Moby, nos dimos con Margherita al modo Terje; nos dimos hasta con Gloria Trevi, la Maluca y los Yeah's. Todo iba precioso. Nos presumimos ligues y queberes, ella a su coyoacano, al teacher silver fox y a los del pasado que la marcaron muy cabrón, con su debido desahogo y yo a mi recién truene y a mi irrealistico amor platónico que por cosita de nada casi me animaba a decirle que pues la vida es corta y el hambre es negra y chance si me aventaba a decirle al MF que va, que echaba toda la carne al asador, pero esa es otra historia.
Nos dimos los consejos, nos dimos el apapacho y me dió el reality fucked up hit: la chaqueta mental es que pensaba que todo estaba bien. Que gastar en taxis, que gastar en tiempos, que gastar mi salud y gastar mi realidad para evadir la incomodidad de los focos rojos que me alertaban que ya nada iba bien, estaba chido, por que así yo compensaba que, aunque inconscientemente sabía que todo iba mal, su paranoia, su increíble desfachatéz para no considerar los planes o las querencias ajenas, el cosificarme y el mantenerme seguro, me chaqueteé la mente para conformarme.

Nos dieron las dos. Nos pusimos guapos, nos pusimos alcoholes, nos dimos la Barrilito caminera y nos aventamos por el taxi. Llegamos al Centro.
El taxista olía a Fabuloso y Moni y yo ya estabamos listos para desmadrarnos. La cosa se puso seria.

Azúcar Amargo.

Era la chamarra, era su chaleco y eran nuestras Barrilitos. Nos topamos al Callejón, buscando la party pero todo nos alentaba para irnos de variety chicks y adentrarnos a los rainbow dishes. Nos paseamos, terminamos la Barril, nos fuimos hablando incoherencias como bien merecíamos y nos enamoramos de la nohe y su soledad en cada esquina: la Ciudad de noche es precisa.

Cuba fue. Las Pecosas nos llamó la atención y tuvimos que ir a donde la Anima Sola hace su escena para primero pasar al baño. La marabunta y el calor corporal me recordó al metro en cualquier fecha pero al menos aquí, había sonrisas, había miradas y el contacto físico no era para querer avanzar, sino para un fin comunicativo. Me encontré al cada vez más estable y risueño Alemán. Delgado, contento y con lana pa'l chupe. Nos abrazamos y la realidad me supo distinta: el haberme apartado de ellos congeló completamente su afinidad a mi persona y la sonrisa de sorpresa y de gusto al verme fue como aquella de hace dos años. En verdad les caía muy bien. Yendo al baño, la Moni en el de mujeres, tardó lustros y yo con el nuevo pantalón de botones me tuve que sacar la verga con medio huevo para poder mingir.Cuidadoso volteé a los espejos pero no noté miradas sobre de mí. Noté a dos extraños reencontrarse y reconocerse como ex compañeros de algún coloquio. Lo mismo: se congeló su reacción a la de hace tanto tiempo y el gusto era sincero.

Saliendo del baño era un yo con ojeras pero me reflejaba feliz. Ahí me di cuenta de que no era yo o viceversa quien privó la libertad de salir a divertirse, sino era la auto represión de sabernos felices lejos de nosotros y convivir con los que también nos otorgaban vida. Con un gancho en la cabeza, una toalla cubriendo el dorso y un muy mal maquillaje, se me acercó sin prestarme mucha atención Raúl. Nos dió gusto sabernos. Me dió gusto saber de todos aquellos que ya no contemplaba en una realidad y que en ese nicho tuve el placer de saber de sus vidas. De vida de los otros que conocíamos por convivencia y saberlos contentos, con nuevas metas y con nuevas formas de vivir.

Salió Mónica, nos presumimos pareja y nos fuimos a donde el aire y la chela nos permitiera. Todos bailaban, todos sonreían, muchos nos miraban y sólo algunas personas capturaban nuestras miradas. Noté tantos de los ligues que me presumía en fotos o por nombres cuando le preguntaba de experiencias raras, como al gringo Anthony que no dejaba de mirarme y echarme en cara la duda de si continuaba la vida de nosotros. Aquél barbón que Mónica chuleó hasta el ahorco y miraba a ella, quien bailaba conmigo, que se divertía conmigo y que reía con mis estupideces inocentes que sólo pretendían dejarme fluir. Había twerkers, había un bulked stud que no dejó de desnudarme con la vista y había un tipo triste que su mirada y la mía hicieron click al unísono cuando la música de modernas cambió al ponernos a Margarita y nos sonreímos haciendo parecer de que hicimos flush de nuestros pensamientos y nos dejamos llevar.

Recargué vida y presté energía al buscar un after que jamás llegó. Noté que dejarme fluir era lo necesario y lo que mejor podía hacer por ahora.
If I can't master my thoughts, am in trouble.


Primer taxi del domingo.

Anécdota suscitada por la pregunta de los cursos de capacitación que un taxista de la Ciudad, debe tomar.

“Imagine usted, joven, que se sube esta señora, no más de cuarenta, muy bien arreglada, peinadita, perfumada. Guapa, chingá, muy guapa. Se sube y a unos metros del semáforo, donde había una patrulla estacionada, se desabotona el abrigo, me muestra tetas, panocha, todo. ¡Todo, joven! Y me dice la culera, que si no le daba todo lo que traía, le diría a los polis que yo la estaba manoseando y me metía al bote por acoso sexual. ¿Cómo ve? Por eso, hay que parar a una patrulla y marcar a unos peritos forenses para que cuando suceda eso, no sé si le pase a usted, pero al menos ya sabe, le saquen las huellas de su cuerpo y noten que yo nomás no le toqué nada.”

En esta vida hay ojetes y hay cabrones.
Los hay como yo, que seguramente mucha gente le emociona coleccionar, buenos que pecan de pendejos. Los hay como tú, a quienes me gusta coleccionar, que son una madeja de problemas y son malos, tan malos que son cabrones.

En esta vida, si no te pegan, si no te asaltan, digo, si no te matan, no te sabe.

Dancing Dead.

La Perfo.

- Es un tributo.
- Morías por hacértela.
- No, moría por hacérnosla. Moría por hacerlo con él, moría por verle su cara y su barba enmarcando la perforación.
- Piensa en futuro.
- Es posible que mejor no piense en nada.
- Es posible, pero es más inquietante. Te generas más ansiedad.
- ¿Qué hago si me lo encuentro? ¿Qué hago si me busca? ¿Qué hago si lo veo y me nace correr y abrazarlo, besarlo y tenerlo entre mis brazos?
- Las cosas se dan. Si no se dan, jamás estuvieron.

No duele, fue rápido y lo mejor de todo es que seguía el olor a mota. Eran tatuadores energetizados por la weed. No me extrañaba tu aroma, si no me extrañaba el acto: el hitter, sus ojos y su pasividad. ¿Habrá marihuanotes violentos?

Negra, redonda y me clasificaron como ni tan padre, ni tan vistosa, pero se ve bien. Secas: bien.

No duele, pero ¡puta! Iba con un genio, con una cara. Triste, lastimoso y sereno. Total que si dolía, el suspirar era lo que me amedrentaba y dolía más. El tatuador tenía unas letritas en el párpado y el otro que me hizo la perfo, tenía una frase bastante indescifrable por debajo de la ceja; ni tenía ceja, ahora que recuerdo. ¿En el trabajo? Se sacaron de pedo cuando les dije.

- ¿Pero así, nomás así?
- Sí. Todo se acabó así de rápido. Como la perfo, no dolió al hacerme la herida, pero duele la cicatriz.

Ahorita eres una perfo.

La Cena Darks.

Y ahí estaba, a trece minutos de tu casa. Estaba a nada de poder encontrarte pero también de seguir hundiendo mi presencia. Preferí caminar hacia detrás el Mercado. La fiesta. Aromas a orín de gato y de incienso bizarro. Estaba Ricardo, de negro, con tenis. Estaba su amigo, de intelecto con suéter. Estaba su amiga, de piernas anchas y de perfo en la nariz. Me acordé de Anahí, su intensidad y su personalidad que enmarcaba en el desmadre pero que definía su límite: mi desmadre es con el cuate ve y chíngate tú, outdoor matey.

Estaba Juan Manuel. Lo ví, me vió y nos quedamos dispares. Comenzaron las miradas más aferradas y hasta después perguntaron “¿eres chef?” y sólo el reflejo de responder afirmativamente me detuvo en seco de responder “MALDITO STALKER”.
No pasó a mayores.

La reunión estuvo densa, lenta y sobre todo llena de nostalgia. Me sentí solo de nuevo pero a la vez estaba con mi conciencia humana. Estaba solo por que cada conversación me dirigía a ti. A tus juegos, a las patitas de las arañas que cuelgan de su vientre. A la historia de la Santa María y que ahora conozco que la Biblioteca que está en ese costado es en realidad la Casa del Dueño de la Plaza del Kiosco.

¿Qué voy a hacer sin ti? Hasta mingir en el baño me recuerda a tu persona.
Pero llegó el gato, llegó Erick y me confronté con el egoismo. Me miré al espejo, me pensé en las ojeras y me sentí “darks”.

Llegué a la mesa, había pan. Había modernas, había un gachupín, una gordia quieta, gatos entre las velas, pláticas diversas y debate de travestidos. Estaba todo para distraer mis memorias y conservarme en la cuestión de que no estaba solo, sino distraído.

Hablaron de temblores, de Björk, de gente con diarrea en sus días de evento y de mafias de la sociedad verde. No hablé de ti. Estuve tentado. Estuve muy tentado de mencionarte como uno de los artistas que ahí residen.

Estaba yo. Vestido de negro con verde. Estaba yo con ardor de garganta y estaba yo pensando en que volvería a casa pronto y que quizá esto de irme a fiestas ajenas me ayude un poco a no hablar de ti.

El Taxi.

Habló de que había fiestas en las calles. Sonideros que armaban el templete y la gente se disponía a bailar y creer que el mundo era una pista de baile y en el aire se contagiaba la música con el olfato y con la adherencia del sonido en los poros y no sólo con los oídos.
Me comentó que antes él estaba de ojete por donde vive Paulina. Que no era un ojetismo de agredir a la gente, sino que entre la fiesta, el final se confabulaba en romperse la madre. How 'Beat It' inspires the end of the mexican cholo's party.
Estaba tan cansado que sólo lo miraba por el retrovisor al comentarme del tianguis de personalidades que existen por esos rumbos. Preguntándome que haría yo por allá, sólo le respondí que buscaba casa.

- Cuídese, jóven. en la calle por aquí, hay mucho paranóico y mucho enfermo.
- No tiene una idea.
- Serían 180 hasta acá, joven. Ese taxi de ahí no me da confianza.
- No se apure, ahorita con lo que me cobra me quedo sin nada.

En Casa.

Chateando con Ricardo resumimos que si estuvo intenso. Chateando con Bruno resumimos que si estamos tristes. Abrazando a mi hermana me doy cuenta de que ellas saben, lo saben todo. Saben que el día de mañana me pondré en cuclillas y no querré moverme, como cuando era niño, mi berrinche supremo: estar en la Plaza pública de Monterrey, del Centro Histórico de San Miguel o del Atrio de la Basílica de Morelia y en cuclillas, negando que las cosas tenían que ser así.
Me va a costar un huevo dejar de hablar de ti.
Aunque el coraje fue enervante, el dolor es estático. Mi cama me esperaba y mi almohada me otorgó la tortícolis que antes usaba. Estoy donde antes, pero no como antes.

El mantra.

Víctor no es escencia, Víctor fue el momento. El momento es pasajero, el sentimiento es el que reside.